Cardenal Tobin: Laudato Si’, dando gracias por toda la creación de Dios

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Vol. 6. No. 22

Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo:

El miércoles 9 de julio, el Papa León XIV celebró la Misa por el Cuidado de la Creación en el Borgo Laudato Si’ — los jardines de Castel Gandolfo establecidos por el Papa Francisco para continuar la importante labor de cuidar la creación y nuestra casa común.

En las palabras de su hermoso Cántico del Sol, San Francisco de Asís nos recuerda que nuestra casa común es como una hermana con la que compartimos nuestra vida y una hermosa madre que abre sus brazos para abrazarnos. “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra Madre Tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba” (Laudato Si’, # 1). Nuestro mundo, de hecho, toda la creación de Dios, no es un objeto para ser manipulado por nosotros. Es como una hermana, nuestra “Madre Tierra”, que debe ser tratada con reverencia, respeto y cuidado amoroso.

Espero que tengan la oportunidad de leer, o releer, Laudato Si’ en su totalidad. Descubrirán que los fragmentos que han leído o escuchado en los medios de comunicación no le hacen justicia. ¡Hay mucho más que saborear y sobre lo que reflexionar!

Laudato Si’ no es un tratado político, económico o científico. Es una encíclica, una “carta profunda” dirigida por el Papa a los líderes de la Iglesia, a los fieles y a todas las mujeres y hombres de buena voluntad sobre un asunto de gran importancia para la Iglesia y el mundo. En concreto, la encíclica habla a la comunidad mundial sobre nuestra responsabilidad de cuidar y proteger todo lo que Dios ha creado.

Esta encíclica está profundamente enraizada en un himno de alabanza cuyo verso final relativo a la Hermana Muerte fue compuesto por San Francisco de Asís en su lecho de muerte en 1226. Llamamos a este magnífico himno franciscano El Cántico del Sol, y a menos que apreciemos su significado como expresión de la auténtica ecología cristiana, no podremos captar toda la importancia de la profunda enseñanza de Laudato Si’.

El Papa Francisco dijo: “No quiero escribir esta encíclica sin recurrir a esa figura atractiva y convincente, cuyo nombre tomé como guía e inspiración cuando fui elegido Obispo de Roma. Creo que san Francisco es el ejemplo por excelencia de la atención a los vulnerables y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Es el patrón de todos los que estudian y trabajan en el ámbito de la ecología, y también es muy querido por los no cristianos”.

Como señala el Papa León en su homilía en el Borgo Laudato Si’ (véase la selección más abajo) Francisco de Asís se preocupó especialmente por la creación de Dios y por los pobres y marginados. Amó y fue profundamente amado por su alegría, su entrega generosa y su apertura de corazón. Fue un místico y un peregrino que vivió con sencillez y en maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. Nos muestra cuán inseparable es el vínculo entre la preocupación por la naturaleza, la justicia para con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior.

Laudato Si’ aborda este vínculo inseparable entre el cuidado del medio ambiente y el amor a la humanidad, el único que hace posible la justicia y la paz. No podemos ser auténticamente respetuosos con el medio ambiente si no somos también desinteresados, amorosos y justos en el trato a nuestros semejantes — especialmente a los más vulnerables, los pobres, los enfermos y los no nacidos.

Una profunda reverencia y respeto por todas las criaturas de Dios (por todas las cosas visibles e invisibles) no surge de la filosofía o la ciencia, sino del amor profundamente personal que cada uno de nosotros está llamado a tener por nuestro Dios Creador. Porque amamos a Dios, amamos todo lo bueno que Dios ha creado.

Por eso, cantamos con San Francisco de Asís un himno de alabanza al Hermano Sol y a la Hermana Luna—y a la tierra y al cielo, al viento y al agua, y a todos nuestros hermanos y hermanas en la única familia de Dios. Ofrecemos este himno, conscientes de que sin la ayuda de la gracia de Dios no seríamos dignos de estar en presencia del Señor y darle gracias. Al fin y al cabo, somos pecadores que hemos abusado de los dones que Dios nos ha dado, incluidos los dones de la tierra y el cielo, el agua y el viento.

La conciencia de nuestra pecaminosidad, de nuestra culpabilidad en los graves desafíos a los que nos enfrentamos medioambientalmente es central en Laudato Si’. El Papa León sigue los pasos de sus predecesores. No rehúye su responsabilidad de hablar con voz profética siempre que sea necesario para recordarnos que la indiferencia es un pecado, y que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas por su administración de la creación de Dios.

Leamos Laudato Si’ en oración, con el corazón y la mente abiertos. Cantemos con alegría este verso del Cántico del Sol: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra Madre Tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,
Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark


Somos Sus Testigos es una iniciativa pastoral lanzada en Pentecostés en junio de 2025 que nos invita a todos a recorrer juntos un camino de conversión pastoral. Inspirada en la Palabra de Dios y enraizada en Evangelii Gaudium* (La alegría del Evangelio) del Papa Francisco, esta iniciativa invita a toda la Iglesia a re-imaginar la vida parroquial, la misión y el ministerio en respuesta a un mundo cambiante.

Las realidades a las que nos enfrentamos como Iglesia católica en la arquidiócesis de Newark son urgentes e innegables: el número de miembros de las parroquias, la asistencia a misa y la participación sacramental han disminuido. El número de sacerdotes para servir como párrocos está disminuyendo. Sin embargo, la población general de nuestra región sigue creciendo, ofreciendo un terreno nuevo y fértil para la evangelización.

Esto significa que hay más gente—católicos y no católicos por igual—lo que ofrece una oportunidad renovada para la divulgación y la evangelización. 

Conozca más sobre Somos Sus Testigos en www.WeAreHisWitnesses.org.

* La siguiente sección de Evangelii Gaudium subraya la urgente necesidad de una conversión pastoral y misionera en toda la Iglesia. Hace un llamamiento para ir más allá del mero mantenimiento o de las estructuras anticuadas, hacia una Iglesia dinámica, orientada hacia el exterior e impulsada por la evangelización. Se insta a todos los niveles — desde el papado hasta las parroquias — a someterse a una renovación que fomente la apertura, el diálogo y la adaptación creativa para cumplir mejor la misión de Cristo en el mundo de hoy. Esta transformación debe arraigarse en la fidelidad al Evangelio y llevarse a cabo con valentía, unidad y participación. La iniciativa pastoral Somos Sus Testigos de la Arquidiócesis encarna esta visión, invitando a todos los fieles a abrazar una identidad misionera renovada y a dar testimonio activo del Evangelio en todos los aspectos de la vida parroquial y comunitaria.

Evangelii Gaudium (La Alegría del Evangelio), Exhortación Apostólica del Papa Francisco

II. Pastoral en Conversión (25-28, 33)

25. No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados. No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una “simple administración.[21] Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un “estado permanente de misión”. [22]

26. Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: “La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio … De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27), y el rostro real que hoy la Iglesia presenta … Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”. [23] El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: “Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación… Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad”.[24]

Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocación”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.

Una impostergable renovación eclesial

27. Sueño con una “opción misionera” capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, “toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial”. [25]

28. La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo “la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas”.[26] Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración.[27] A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización.[28] Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.

33. La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasía. Exhorto a todos a aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.

(Fuente: Vatican)


(CNS photo/Lola Gomez)

Un mensaje de Papa León XIV

Durante este momento familiar y sereno, si bien en un mundo que arde, tanto por el calentamiento global como por los conflictos armados, que hacen tan actual el mensaje del Papa Francisco en sus encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti. Podemos vernos reflejados en el Evangelio que hemos escuchado, en el miedo de los discípulos en la tormenta, que es el miedo de gran parte de la humanidad. No obstante, en el corazón del Jubileo confesamos que ¡hay esperanza! La hemos encontrado en Jesús, el Salvador del mundo. Él sigue calmando soberanamente la tormenta. Su poder no perturba, sino que crea; no destruye, sino que llama a la existencia, dando nueva vida. Y nos preguntamos: “¿Qué hombre es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mt 8,27).

El asombro que expresa esta pregunta es el primer paso que nos aparta del miedo. Jesús había vivido y rezado alrededor del Mar de Galilea. Allí había llamado a sus primeros discípulos en sus lugares de vida y de trabajo. Las parábolas con las que anunciaba el Reino de Dios revelan un profundo vínculo con esa tierra y esas aguas, con el ritmo de las estaciones y la vida de las criaturas.

El evangelista Mateo describe la tormenta como un “estremecimiento de la tierra” (la palabra griega que usa es seismos). Mateo usa el mismo término para referirse al terremoto que se produjo en el momento de la muerte de Jesús y al amanecer de su resurrección. Sobre este estremecimiento, Cristo se eleva, erguido: ya aquí el Evangelio nos permite vislumbrar al Resucitado, presente en nuestra enrevesada historia. La reprimenda que Jesús dirige al viento y al mar manifiesta su poder de vida y salvación, que se impone a aquellas fuerzas ante las cuales las criaturas se sienten perdidas.

Volvamos entonces a preguntarnos: “¿Qué hombre es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mt 8,27). El himno de la carta a los Colosenses que hemos escuchado parece responder precisamente a esta pregunta: “Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas” (Col 1,15-16). Sus discípulos, ese día, a merced de la tormenta, aterrorizados, aún no podían profesar esta cognición sobre Jesús. Nosotros hoy, en la fe que nos ha sido transmitida, podemos en cambio continuar diciendo: “Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia. Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo” (v. 18). Son palabras que nos comprometen a lo largo de la historia, que nos convierten en un cuerpo vivo, cuya cabeza es Cristo. Nuestra misión de custodiar la creación, de llevarle paz y reconciliación, es su misma misión: la misión que el Señor nos ha confiado. Nosotros escuchamos el clamor de la tierra y de los pobres, porque este clamor ha llegado al corazón de Dios. Nuestra indignación es su indignación, nuestro trabajo es su trabajo.

A este propósito, el canto del salmista nos inspira: “¡La voz del Señor sobre las aguas! El Dios de la gloria hace oír su trueno: el Señor está sobre las aguas torrenciales. ¡La voz del Señor es potente, la voz del Señor es majestuosa!” (Sal 29,3-4). Esta voz obliga a la Iglesia a ser profética, incluso cuando exige la audacia de oponernos al poder destructivo de los príncipes de este mundo. La alianza indestructible entre el Creador y sus criaturas, de hecho, moviliza nuestra inteligencia y nuestros esfuerzos para que el mal se convierta en bien, la injusticia en justicia y la codicia en comunión.

Con infinito amor, el único Dios creó todas las cosas, dándonos la vida; por eso san Francisco de Asís llamaba a las criaturas hermano, hermana, madre. Sólo una mirada contemplativa puede cambiar nuestra relación con las cosas creadas y sacarnos de la crisis ecológica que tiene como causa la ruptura de las relaciones con Dios, con el prójimo y con la tierra, a causa del pecado (cf. Laudato Si’, 66).   

La Eucaristía que celebramos da sentido y sustenta nuestro trabajo. Como escribió el Papa Francisco, de hecho, “en la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. La gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, logra una expresión asombrosa cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura. El Señor, en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia. No desde arriba, sino desde adentro, para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a él” (Laudato Si’, 236).    

Una selección de la homilía del Papa León XIV durante la Misa por la Custodia de la Creación en Borgo Laudato si’ (Castel Gandolfo), el miércoles 9 de julio de 2025.


Mi Oración para Ustedes

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Por favor, únanse a mí para orar con estas palabras de san Agustín citadas por el Papa León XIV:

“Señor, te alaban tus obras para que te amemos, y te amamos para que te alaben tus obras” (san Agustín). Que esta sea la armonía que difundimos en el mundo. Amén.