Del Cardenal: María, madre de compasión y ternura| 11 de octubre 2024
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Vol. 6. No. 3
Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,
Durante el mes de octubre, la Santísima Virgen María es honrada con el título de Nuestra Señora del Rosario. Celebramos esta fiesta Mariana la semana pasada, el 7 de octubre, y pedimos a María, Reina del Santo Rosario, que nos ayude a meditar en los misterios de la salvación mientras invocamos su santo nombre en oración contemplativa.
¿Conocen el dicho de Santa Teresa de Lisieux: “La obra maestra más hermosa del corazón de Dios es el corazón de una madre”? Eso es verdaderamente cierto, y ninguna madre refleja más perfectamente el corazón de Dios que María, la madre de Jesús.
El Inmaculado Corazón es también uno de los muchos títulos de María. Este título en particular, que se utiliza para identificar el patronato de María sobre nuestro país, llama nuestra atención sobre la compasión y la ternura por las que nuestra Santísima Madre es especialmente conocida.
“Compasión” es la capacidad de compartir el sufrimiento ajeno. La compasión no es superficial ni sentimental, sino una conexión genuina con quienes sufren cualquier tipo de dolor físico, mental o emocional. Los Evangelios retratan con frecuencia a Jesús lleno de compasión por las personas necesitadas. Su respuesta al dolor de los demás fue siempre la de compartir su sufrimiento y curar sus males.
La “ternura” es uno de los temas favoritos del Papa Francisco: “¿Tenemos el valor de acoger con ternura las dificultades y los problemas de los que están cerca de nosotros?”, pregunta el Santo Padre. “¿O preferimos soluciones impersonales, tal vez eficaces, pero desprovistas del calor del Evangelio? ¡Cuánta ternura necesita hoy el mundo! La paciencia de Dios, la cercanía de Dios, la ternura de Dios”.
El Papa Francisco habla a menudo de la cercanía de Dios, y con frecuencia se refiere a la Iglesia como nuestra madre. Para nuestro Santo Padre, no hay nada peor que la alienación, la soledad y la crueldad de una vida alejada del amor de Dios. María es un poderoso testigo de la ternura de Dios. Ella abre su corazón a todos los que la invocan, y su amor y su compasión están siempre a nuestra disposición.
Una de las grandes paradojas de la fe cristiana es nuestra convicción de que el Creador de todas las cosas es a la vez una poderosa fortaleza omnisciente, omnipresente y omnipotente, y también una suave brisa de bondad, misericordia y cuidado amoroso. Cuando Santa Teresa describe el corazón de una madre como “la obra maestra más hermosa del corazón de Dios”, está alabando a Dios no por su fuerza y su poder, sino por su ternura y su misericordia.
Para Santa Teresa, el mayor logro de Dios es el corazón abierto y amoroso de una madre. Por supuesto, no puede haber madres sin hijos, y creemos que los niños necesitan familias afectuosas y estables para su crecimiento personal y espiritual como personas humanas.
Cuando Dios mismo se hizo hombre—como signo de su infinito y abundante amor por toda la humanidad—, eligió nacer de una mujer y crecer en el seno de una familia humilde, en una aldea remota de una tierra ocupada.
En esta familia, el Hijo de Dios experimentó la pobreza, la persecución y el exilio. Aprendió a ser obediente a su madre y a su padre adoptivo, José. Y aquí, en la Sagrada Familia, Jesús experimentó la ternura y la compasión de María, su madre, así como su constancia y devoción incluso hasta el pie de la Cruz y en los primeros días de la Iglesia.
“Al centro de nuestra fe”, enseña el Papa Francisco, “está la confesión de Jesús, Hijo de Dios, nacido de mujer, que nos trae, por el don del Espíritu Santo, a la adopción como hijos e hijas [cf. Ga 4,4]” (“Lumen Fidei”, #59). María nos indica el camino hacia Él. Tanto su vida en la Tierra como su constante intercesión desde el cielo nos muestran cómo creer—y cómo poner en práctica nuestra fe.
Durante los últimos 2,000 años, los cristianos acudimos a María, la primera discípula de Jesucristo, para que nos ayude a creer y a fortalecer nuestra fe. Su testimonio y su intercesión “despiertan en nosotros el deseo de seguir sus huellas, de salir de nuestra tierra y recibir su promesa” (“Lumen Fidei”, #60). María nos ayuda a dejarnos tocar por el amor de Cristo y a tocarle a su vez con nuestra fidelidad a sus palabras y a su ejemplo. María nos ayuda a entregarnos por completo a Jesús, a través de un encuentro personal con Él que conmueve nuestro corazón y nos llena de un santo celo por seguirle como discípulos misioneros sin reparar en el costo.
Esta verdad sobre María a menudo se malinterpreta. La Madre de Dios nunca está sola. Su dignidad especial es el resultado de su cercanía a la Santísima Trinidad—Padre, Hijo y Espíritu Santo.
“La obra maestra más hermosa del corazón de Dios es el corazón de una madre”. Unámonos a santa Teresa de Lisieux y a todos los santos en la alabanza a María, Madre de Dios y madre nuestra.
Que su intercesión fortalezca a las madres y a las familias de todo el mundo. ¡Que su ternura y su compasión llenen nuestros corazones del amor infinito de Dios, que nunca abandona a nadie!
Sinceramente suyo en Cristo Redentor,
Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark

Papa San Juan Pablo II
(Una selección de las reflexiones del Ángelus del Papa (Domingo, octubre 14, 2001))
Amadísimos hermanos y hermanas,
1. El domingo pasado celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario. Todo el mes de octubre está dedicado particularmente a esta hermosa plegaria, muy apreciada por el pueblo cristiano. A causa de la actual situación internacional, he invitado a las personas y a las comunidades a rezar el rosario por la paz. Renuevo también hoy esta invitación, subrayando al mismo tiempo que el rosario es contemplación de Cristo en sus misterios, en íntima unión con María Santísima.
La espiritualidad contemporánea siente vivamente la exigencia de ir, por decirlo así, a lo esencial. Por eso, se está llevando a cabo hoy un prometedor redescubrimiento de la auténtica naturaleza del rosario, como plegaria que ayuda a estar en compañía de Cristo, para conocerlo mejor, asimilar sus enseñanzas y vivir sus Misterios. Y ¿quién mejor que María puede acompañarnos en este itinerario de la mente y del corazón? Este es el sentido de la repetición del Ave María, que “constituye la trama sobre la cual se desarrolla la contemplación de los misterios” (Exhortación Apostólica del Papa San Pablo VI Marialis Cultus, n. 46).
Es necesario elevar en la Iglesia una insistente invocación por la paz con la plegaria del rosario, tanto de forma individual como comunitaria, teniendo fija la mirada en Jesucristo, nuestra paz.
2. Antes era muy frecuente el rezo del rosario en familia, especialmente al final de la jornada…
3. Al rezar juntos la plegaria del Ángelus, recordemos el Sínodo de los Obispos, que está celebrándose en el Vaticano. Encomendemos a la Virgen a todos los misioneros del Evangelio y pidamos para ellos la fuerza de ser constructores de justicia y paz. En esta hora de graves preocupaciones, en todo el mundo se ora por la paz. Unamos nuestra ferviente súplica al Señor por intercesión de María, Reina de la Paz.

Un Mensaje del Papa Francisco
(Una selección de las reflexiones del Ángelus del Papa (Domingo, octubre 6, 2013))
En este mes de octubre, dedicado en especial a las misiones, pensemos en los numerosos misioneros, hombres y mujeres, que para llevar el Evangelio han superado todo tipo de obstáculos, han entregado verdaderamente la vida; como dice san Pablo a Timoteo: “No te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios” (2 Tm 1, 8). Esto, sin embargo, nos atañe a todos: cada uno de nosotros, en la propia vida de cada día, puede dar testimonio de Cristo, con la fuerza de Dios, la fuerza de la fe. Con la pequeñísima fe que tenemos, pero que es fuerte. ¡Con esta fuerza dar testimonio de Jesucristo, ser cristianos con la vida, con nuestro testimonio!
¿Cómo conseguimos esta fuerza? La tomamos de Dios en la oración. La oración es el respiro de la fe: en una relación de confianza, en una relación de amor, no puede faltar el diálogo, y la oración es el diálogo del alma con Dios. Octubre es también el mes del Rosario, y en este primer domingo es tradición recitar la Súplica a la Virgen de Pompeya, la Bienaventurada Virgen María del Santo Rosario. Nos unimos espiritualmente a este acto de confianza en nuestra Madre, y recibamos de sus manos el Rosario: ¡el Rosario es una escuela de oración, el Rosario es una escuela de fe!
Mi Oración para Ustedes

Únanse a mí por favor rezando esta simple pero ponderosa oración dirigida a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora del Rosario:
¡Dios te salve María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo!
Bendita tu eres entre todas las mujeres,
y bandito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros los pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.