Del Cardenal: Adorar y servir | 19 de enero 2024

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Vol. 5. No. 9

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

En su homilía de la Misa de clausura del Sínodo del pasado mes de octubre (ver selección más abajo), el Papa Francisco reflexionó sobre la respuesta de Nuestro Señor a la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande?” (Mt 22,36). Como nos recuerda el Santo Padre, la respuesta de Jesús es clara: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-39). 

Nuestra vida de discípulos misioneros de Jesucristo puede describirse como un itinerario espiritual cuyo único objetivo es estar unidos a Dios y entre nosotros. Para obtener este objetivo, debemos aprender a reconocer la importancia absoluta de amar a Dios y al prójimo de un modo que nos exija dejar de lado el egocentrismo y comprometernos con los dos principios que el Papa Francisco identifica como “adoración y servicio”. 

La adoración es el modo en que manifestamos nuestro amor a Dios. Estamos familiarizados con la expresión más formal de la adoración en el tiempo que pasamos rezando ante el Santísimo Sacramento. Creemos que Cristo está verdaderamente presente para nosotros en la Sagrada Eucaristía, por lo que nuestra reverencia hacia Él en este acto de adoración es un poderoso signo de nuestro amor a Dios. Al mismo tiempo, lo que el Papa Francisco llama adoración se extiende más allá de esta expresión orante ante el Sagrario a todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Adoramos a Dios cuando hacemos de Su voluntad nuestra primera prioridad, cuando rechazamos todas las tentaciones que nos llevarían a pecar y cuando vivimos como Dios nos pide que vivamos—abandonando todos los ídolos y adorándole sólo a Él. Adoramos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro espíritu cuando hacemos de nuestra vida cotidiana un acto de testimonio amoroso de la verdad de la cercanía de Dios a nosotros. 

La segunda forma en que mostramos nuestro amor a Dios y al prójimo es a través del servicio, especialmente cuando servimos a los pobres y vulnerables. El servicio que se espera de nosotros es humilde y desinteresado, y está modelado en la vida y las enseñanzas de nuestro Redentor, que vino a servir, no a ser servido (Mt 20, 28). En definitiva, amar al prójimo es inseparable de amar a Dios de todo corazón, por lo que para nosotros los cristianos la adoración y el servicio son expresiones inseparables del mismo amor, y ambos deben ser parte integral de todo lo que decimos y hacemos. 

Durante los próximos meses, utilizaré este boletín para ofrecer mis reflexiones sobre el Informe de Síntesis que se publicó tras el Sínodo del pasado mes de octubre. Se ha pedido a las diócesis de toda la Iglesia Universal que encuentren la manera de reflexionar sobre el Informe de Síntesis, con el fin de establecer un vínculo directo con la Secretaría General del Sínodo. “A partir de las convergencias a las que se llegue, están llamadas a concentrarse en las cuestiones y propuestas que se consideran más relevantes y más urgentes”, afirma la Introducción del Informe. Además, “se les pide que favorezcan la profundización de las cuestiones tanto pastoral como teológicamente, y que indiquen sus implicaciones canónicas”.   

Nuestra Archidiócesis participará formalmente en este proceso, pero espero que mis reflexiones personales, como alguien que tuvo el privilegio de asistir a las reuniones del Sínodo el pasado mes de octubre, sean útiles para quienes deseen comprender mejor lo que significa la sinodalidad y por qué es tan importante para nosotros hoy.  

Que todos crezcamos en nuestro camino espiritual hacia el amor a Dios y al prójimo. Y que María Santísima y todos los Santos nos acompañen mientras hacemos de la adoración y el servicio el trabajo de nuestra vida. 

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,

Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark


Una Iglesia Sinodal en Misión: Informe de Síntesis 

(Una Selección de la Introducción al Informe de Síntesis)  

  • “Todos nosotros hemos sido bautizados por el Espíritu Santo para formar un solo cuerpo” (1Cor 12,13). Es la experiencia, llena de gratitud, que hemos realizado en esta Primera Sesión de la Asamblea sinodal, celebrada del 4 al 28 de octubre del 2023, sobre el tema “Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación y Misión”. Por la gracia común del Bautismo, hemos podido vivir juntos, con un corazón y una sola alma, no obstante, la diversidad de proveniencias, lenguas y culturas. Como en un coro, hemos buscado cantar con variedad de voces y en la unidad de nuestros corazones. El Espíritu Santo nos ha concedido experimentar la armonía que solo Él puede originar: una armonía que es don y testimonio en un mundo herido y dividido. 
  • El Informe de Síntesis está estructurado en tres partes. La primera describe “el rostro de la Iglesia sinodal”, presentando los principios teológicos que iluminan y dan base a la sinodalidad. En esta parte el estilo de la sinodalidad aparece como un modo de hacer y de obrar en la fe que nace de la contemplación de la Trinidad y valora la unidad y la variedad como riqueza eclesial. La segunda parte, titulada “Todos discípulos, todos misioneros” trata de todos los que están involucrados en la vida y la misión de la Iglesia y de las relaciones entre ellos. En esta parte, la sinodalidad se presenta principalmente como camino conjunto del Pueblo de Dios y como fecundo diálogo de los carismas y ministerios al servicio de la venida del Reino. La tercera parte se titula: “Tejer lazos, construir comunidad”. En ella, la sinodalidad aparece principalmente como un conjunto de procesos y una red de organismos que sirven al intercambio entre las Iglesias y al diálogo con el mundo. 
  • En cada una de las tres partes, cada capítulo recoge las convergencias, las cuestiones que afrontar y las propuestas surgidas del diálogo. Las convergencias identifican puntos específicos que orienten la reflexión: son como un mapa que permite orientarse en el camino y no equivocar la senda. Las cuestiones que afrontar recoge los puntos sobre los que hemos reconocido la necesidad de continuar su profundización teológica, pastoral y canónica: son como los cruces sobre los que es necesario pararse, para comprender mejor la dirección que hay que tomar. Las propuestas indican, en cambio, posibles pistas: algunas son sugeridas, otras recomendadas, otras, sin embargo, requeridas con mayor fuerza y determinación. 
  • Llevamos en el corazón el deseo, apoyado en la esperanza, de que el clima de escucha mutua y de diálogo sincero que hemos experimentado en estos días de trabajo común en Roma, se irradie en nuestras comunidades y en todo el mundo, al servicio del crecimiento de la buena semilla del Reino de Dios. 

Pope Francis smiling at camera

Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Desafío y Esperanza

(Seleccionado de la Homilía del Santo Padre para la Sesión de Clausura del Sínodo sobre la Sinodalidad, octubre 29, 2023)

Un doctor de la Ley se presenta a Jesús con un pretexto, para ponerlo a prueba. Sin embargo, su pregunta es importante, una pregunta siempre actual, que a veces se abre camino en nuestro corazón y en la vida de la Iglesia: “¿Cuál es el mandamiento más grande?” (Mt 22,36). También nosotros, sumergidos en el río vivo de la Tradición, nos preguntamos: “¿Qué es lo más importante? ¿Cuál es la fuerza motriz?” ¿Qué es lo más valioso, hasta el punto de ser el principio rector de todo? Y la respuesta de Jesús es clara: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-39). 

Al finalizar esta etapa de nuestro camino recorrido, es importante contemplar el “principio y fundamento” del que todo comienza y vuelve a comenzar: amar. Amar a Dios con toda la vida y amar al prójimo como a nosotros mismos. No nuestras estrategias, no nuestros cálculos humanos, no las modas del mundo, sino amar a Dios y al prójimo: ese es el centro de todo. Pero, ¿cómo traducir ese impulso de amor? Les propongo dos verbos, dos movimientos del corazón sobre los que quisiera reflexionar: adorar y servir. Se ama a Dios con la adoración y con el servicio. 

El primer verbo es adorar. Amar es adorar. La adoración es la primera respuesta que podemos ofrecer al amor gratuito, al amor sorprendente de Dios. El asombro de la adoración es esencial en la Iglesia, sobre todo en este tiempo en el que hemos perdido el hábito de la adoración. Adorar, de hecho, significa reconocer en la fe que sólo Dios es el Señor y que de la ternura de su amor dependen nuestras vidas, el camino de la Iglesia, los destinos de la historia. Él es el sentido de la vida. 

Adorándolo a Él redescubrimos que somos libres. Por eso el amor al Señor en la Escritura con frecuencia está asociado a la lucha contra toda idolatría. Quien adora a Dios rechaza a los ídolos porque Dios libera, mientras que los ídolos esclavizan, nos engañan y nunca realizan aquello que prometen, porque son “obra de las manos de los hombres” (Sal 115,4). La Escritura es severa contra la idolatría porque los ídolos son obra del hombre, y son manipulados por él; en cambio, Dios es siempre el Viviente, que está aquí y más allá, “que no es en absoluto como yo lo pienso, que no depende de cuánto espero de él, que puede, por consiguiente, alterar mis expectativas, precisamente porque está vivo. La confirmación de que no siempre tenemos la idea justa de Dios es que a veces nos decepcionamos: me esperaba esto, me imaginaba que Dios se comportaría así, pero me he equivocado. De esta manera volvemos a recorrer el sendero de la idolatría, pretendiendo que el Señor actúe según la imagen que nos hemos hecho de él” (C. M. Martini, El jardín interior. Un camino para creyentes y no creyentes, Sal Terrae 2015, 71). Y esto es un riesgo que podemos correr siempre: pensar que podemos “controlar a Dios”, encerrando su amor en nuestros esquemas; en cambio, su obrar es siempre impredecible, va más allá, y por eso este obrar de Dios requiere asombro y adoración. ¡El asombro es muy importante! 

Debemos luchar siempre contra las idolatrías; las mundanas, que a menudo proceden de la vanagloria personal, como el ansia de éxito, la autoafirmación a toda costa, la avidez del dinero—el diablo entra por los bolsillos, no lo olvidemos—, la seducción del carrerismo; pero también las idolatrías disfrazadas de espiritualidad—mi espiritualidad, mis ideas religiosas, mis habilidades pastorales… Estemos vigilantes, no vaya a ser que nos pongamos nosotros mismos en el centro, en lugar de poner a Dios. Y ahora volvamos a la adoración. Que sea central para nosotros como pastores; dediquémosle cada día tiempo a la intimidad con Jesús buen Pastor ante el sagrario. Adorar. Que la Iglesia sea adoradora; que se adore al Señor en cada diócesis, en cada parroquia, en cada comunidad. Porque sólo así nos dirigiremos a Jesús y no a nosotros mismos; porque sólo a través del silencio adorador la Palabra de Dios habitará en nuestras palabras; porque sólo ante Él seremos purificados, transformados y renovados por el fuego de su Espíritu. Hermanos y hermanas, ¡adoremos al Señor Jesús! 

El segundo verbo es servir. Amar es servir. En el gran mandamiento, Cristo une a Dios y al prójimo para que no estén nunca separados. No existe una experiencia religiosa que permanezca sorda al clamor del mundo, una verdadera experiencia religiosa. No hay amor de Dios sin compromiso por el cuidado del prójimo, de otro modo se corre el riesgo del fariseísmo. Quizás tengamos realmente muchas ideas hermosas para reformar la Iglesia, pero recordemos: adorar a Dios y amar a los hermanos con su mismo amor, esta es la mayor e incesante reforma. Ser Iglesia adoradora e Iglesia del servicio, que lava los pies a la humanidad herida, que acompaña el camino de los frágiles, los débiles y los descartados, que sale con ternura al encuentro de los más pobres.  


In the section "My Prayer for You", Cardinal Tobin is standing with his hands together in prayer.

Mi Oración para Ustedes

Por favor únanse a mí para orar con las palabras de nuestro Santo Padre el Papa Francisco en la conclusión de su homilía en octubre 29 del 2023:

Que podamos crecer en la adoración a Dios y en el servicio al prójimo. Adorar y servir. Que el Señor nos acompañe. Y adelante, ¡con alegría!