Del Cardenal: Cuidando de nuestra casa común |  6 de octubre 2023

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Vol. 5. No. 2

Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo,

El 4 de octubre celebramos la memoria de San Francisco de Asís, un hombre cuyo amor por toda la creación de Dios ha inspirado a millones de personas de diferentes religiones, culturas y condiciones sociales durante casi 800 años. Francisco es el homónimo de nuestro actual Papa debido a la humildad de este santo y su amor a los pobres. Él es también la inspiración de la Encíclica Laudato Si’ (Sobre el Cuidado de la Casa Común) y la recién publicada continuación de esta encíclica, Laudate Deum, que se publicó hace apenas dos días, mientras honrábamos a San Francisco y comenzaba la XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos. Este boletín contiene una reflexión sobre Laudato Si’ (Sobre el Cuidado de la Casa Común). Compartiré algunas reflexiones sobre Laudate Deum en futuros boletines.

“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, que nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba” (“Laudato Si’”, # 1). Con las palabras de este hermoso cántico, San Francisco de Asís nos recuerda que nuestra casa común es como una hermana con la que compartimos nuestra vida y una hermosa madre que abre sus brazos para abrazarnos.

Laudato Si’ no es un tratado político, económico o científico. Es una encíclica, una “carta profunda” dirigida por el Papa a los líderes de la Iglesia, a los fieles y a todas las mujeres y hombres de buena voluntad sobre un asunto de gran importancia para la Iglesia y el mundo. En este caso, la carta dirigida por el Papa Francisco a la comunidad mundial trata sobre nuestra responsabilidad de cuidar y proteger todo lo que Dios ha hecho.

Esta encíclica está profundamente enraizada en un himno de alabanza cuyo verso final relativo a la Hermana Muerte fue compuesto por San Francisco de Asís en su lecho de muerte en 1226. Llamamos a este magnífico himno franciscano El Cántico del Sol, y a menos que apreciemos su significado como expresión de una auténtica ecología cristiana, no podremos captar toda la importancia de la enseñanza del Santo Padre en “Laudato Si’”.

El Papa Francisco nos dice: “No quiero escribir esta encíclica sin recurrir a esa figura atractiva y convincente, cuyo nombre tomé como guía e inspiración cuando fui elegido Obispo de Roma. Creo que San Francisco es el ejemplo por excelencia de la atención a los vulnerables y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrón de todos los que estudian y trabajan en el ámbito de la ecología, y también es muy querido por los no cristianos.

“Manifestó una atención particular por la creación de Dios y por los más pobres y marginados. Amó y fue profundamente amado por su alegría, su entrega generosa y su corazón abierto. Fue un místico y un peregrino que vivió con sencillez y en maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. Nos muestra hasta qué punto es inseparable la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (# 10).

“Laudato Si’” aborda este “vínculo inseparable” entre el cuidado del medio ambiente y el amor a la humanidad, el único que hace posible la justicia y la paz. El Papa nos dice que no podemos ser auténticamente respetuosos con el medio ambiente si no somos también desinteresados, cariñosos y justos en el trato a nuestros semejantes—especialmente a los más vulnerables, los pobres, los enfermos y los no nacidos.

Una profunda reverencia y respeto por todas las criaturas de Dios (por todas las cosas visibles e invisibles) no surge de la filosofía o la ciencia, sino del amor profundamente personal que cada uno de nosotros está llamado a tener por nuestro Dios Creador. Porque amamos a Dios, amamos todo lo bueno que Dios ha creado.

Por eso, cantamos con San Francisco y el Papa Francisco un himno de alabanza al hermano Sol y a la hermana Luna—y a la tierra y al cielo, al viento y al agua, y a todos nuestros hermanos y hermanas de la única familia de Dios. Ofrecemos este himno, conscientes de que sin la ayuda de la gracia de Dios no seríamos dignos de estar en presencia del Señor y darle gracias. Al fin y al cabo, somos pecadores que hemos abusado de los dones que Dios nos ha dado, incluidos los dones de la tierra y el cielo, el agua y el viento.

La conciencia de nuestra pecaminosidad, de nuestra culpabilidad en los graves desafíos a los que nos enfrentamos en el medio ambiente es fundamental en Laudato Si’. El Papa Francisco no rehúye su responsabilidad de hablar con voz profética siempre que sea necesario para recordarnos que la indiferencia es un pecado y que todos—cada uno de nosotros—tendremos que rendir cuentas de nuestra administración de la creación de Dios.

Leamos Laudato Si’ en oración, con mente y corazón abiertos. Cantemos con San Francisco y el Papa Francisco este verso del Cántico del Sol: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, que nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,

Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark



RESUMEN DE LA ENCÍCLICA DEL PAPA FRANCISCO Laudato Si’ (SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN)

FOLLETO INFORMATIVO DE LA USCCB 

“LAUDATO SI’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”. Estas son las palabras que abren la encíclica del Papa Francisco sobre la ecología y el cuidado de la creación de Dios. Estas palabras, que citan el hermoso cantico de san Francisco de Asís, nos recuerdan que nuestra casa común es como una hermana con quien compartimos nuestra vida y una hermosa madre que abre sus brazos para acogernos.

La carta encíclica Laudato Si’ del papa Francisco se publicó en junio de 2015. Cinco años después, en 2020, el papa Francisco invitó a todos los católicos y personas de buena voluntad a celebrar su quinto aniversario protegiendo a las familias y las generaciones futuras a través de la acción para cuidar nuestra casa común.

He aquí los temas que el papa Francisco destacó en Laudato Si’ que requieren nuestra respuesta urgente hoy.

  • Un desafío moral y espiritual. La crisis ecológica, escribe el papa Francisco, es una invocación a una profunda conversión interior: a renovar nuestras relaciones con Dios, entre nosotros y con el mundo creado.
  • Cuidado de la creación de Dios. Dios creó el mundo y lo confió a nosotros como un don. Ahora tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger a él y a todas las personas, que son parte de la creación. Proteger la dignidad humana está fuertemente ligado a cuidar de la creación.
  • Todos estamos conectados. Estamos conectados con el resto de la familia humana, con el mundo creado, y con los que vendrán después de nosotros en las generaciones futuras.
  • Impacto en los pobres. Las personas en situación de pobreza son las que menos han contribuido al cambio climático, y sin embargo se ven desproporcionadamente impactadas por este. Como resultado del uso excesivo de los recursos naturales por los países ricos, los pobres sufren contaminación, falta de acceso al agua potable, hambre y otros padecimientos.
  • Llamados a la solidaridad. Somos una sola familia humana y tenemos una responsabilidad compartida por los demás y por la creación. Los países ricos tienen la responsabilidad de reducir el consumo de recursos no renovables y deben ayudar a las naciones más pobres a desarrollarse de manera sostenible.
  • El desarrollo tecnológico y económico debe servir a los seres humanos y acrecentar la dignidad humana, en lugar de crear una economía de la exclusión, de modo que todas las personas tengan acceso a lo que se necesita para un auténtico desarrollo humano.
  • Apoyar la vida, proteger la creación. La preocupación por la naturaleza es incompatible con la falta de protección a los seres humanos vulnerables, como los niños no nacidos, las personas discapacitadas o las víctimas de la trata de personas.
  • Es hora de actuar. El papa Francisco insta a un cambio en el estilo de vida y el consumo. Podemos hacer cambios importantes como individuos, familias y comunidades, y como líderes civiles y políticos.
  • Esperanza y alegría. “La injusticia no es invencible” (no. 74), y actuamos sabiendo que buscamos vivir la visión de Dios de relaciones renovadas con él, con nosotros mismos, entre nosotros y con la creación.

Cómo puedes responder

Cada uno de nosotros está llamado a dar pasos concretos —desde reducir el consumo hasta trabajar por el cambio político— para cuidar mejor de la creación. He aquí algunas ideas.

1. Cobra mayor conciencia de nuestra conexión. El cuidado mutuo y de la creación incluye la comprensión de que “todo está conectado” (no. 91) y que la economía, la política, la participación de la comunidad y la tecnología afectan, en conjunto, el futuro del planeta y de la humanidad. ¿Cómo podemos hacernos más conscientes de nuestra conexión?

2. Los cambios en el estilo de vida y los hábitos de consumo pueden constituir una gran diferencia. Por ejemplo, conseguir una botella de agua reutilizable; tomar duchas más cortas; caminar, desplazarse en bicicleta o tomar el transporte público en lugar de conducir; reciclar; compostar restos de alimentos, y comprar electrodomésticos eficientes.

3. Haz cambios a nivel institucional en tu parroquia, escuela o lugar de trabajo. Por ejemplo, implementar reciclaje y compostaje, utilizar vajilla lavable en las cafeterías, compartir electrónicamente en lugar de imprimir, hacer una auditoría energética, e instalar paneles solares.

4. Apoya esfuerzos locales para resolver problemas ambientales. En todo el país, grupos comunitarios están trabajando para hacer cambios en su ciudad, condado y estado que pueden constituir una gran diferencia. Averigua lo que está pasando a nivel local y participa.

5. Ponte en contacto con tus congresistas para compartir el mensaje del papa Francisco y urgir a la acción para abordar el cambio climático.

Para más información:


Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Desafío y Esperanza

Pope Francis smiling at camera

Una selección de Laudato Si’ (Sobre el Cuidado de la Casa Común)

1. “Laudato Si’, mi’ Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, que nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.

2.  Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto” (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.

Mi llamado

13. El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos.

14. Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron los Obispos de Sudáfrica, “se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios”. Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades.

15. Espero que esta Carta encíclica, que se agrega al Magisterio social de la Iglesia, nos ayude a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta. En primer lugar, haré un breve recorrido por distintos aspectos de la actual crisis ecológica, con el fin de asumir los mejores frutos de la investigación científica actualmente disponible, dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual como se indica a continuación. A partir de esa mirada, retomaré algunas razones que se desprenden de la tradición judío-cristiana, a fin de procurar una mayor coherencia en nuestro compromiso con el ambiente. Luego intentaré llegar a las raíces de la actual situación, de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas. Así podremos proponer una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea. A la luz de esa reflexión quisiera avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional. Finalmente, puesto que estoy convencido de que todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo, propondré algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana.


Mi Oración para Ustedes

Por favor únanse a mí en oración con estas palabras de Laudato Si’ (Sobre el Cuidado de la Casa Común):

Cardinal Tobin standing a podium, with his fingertips together in prayer.

Dios omnipotente, que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe.

Derrama en nosotros la fuerza de tu amor,
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos
como hermanos y hermanas, sin dañar a nadie.