Del Cardenal: Imágenes de Sinodalidad | 17 de noviembre 2023

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Vol. 5. No. 5

Mis queridas hermanas y hermanos en Cristo,

Llevo ya más de dos semanas de regreso al norte de New Jersey, pero todavía estoy procesando las experiencias de las sesiones de trabajo del Sínodo del mes pasado. Fue realmente una experiencia de aprendizaje de primera mano que implicó la escucha orante y el diálogo respetuoso entre mujeres y hombres, clérigos y fieles laicos con un profundo deseo de ayudar a la Iglesia que amamos, a crecer en el Espíritu Santo para que podamos ser mejores testigos de nuestro Señor resucitado.

Hacia el final de la última semana, ofrecí algunas reflexiones en video sobre este viaje profundamente espiritual. En caso de que no las hayan visto, les ofrezco aquí una transcripción y un video para su consideración.

Durante los próximos meses, compartiré más reflexiones sobre el Informe del Sínodo y sobre las conversaciones que tendrán lugar a lo largo del año en nuestras archidiócesis y diócesis de todo el mundo en preparación de la sesión conclusiva de este histórico Sínodo en octubre de 2024. Por favor, les pido que oren para que el Espíritu Santo siga guiándonos en nuestro esfuerzo por discernir la voluntad de Dios para nuestra Iglesia.


El próximo jueves, 23 de noviembre, es el Día de Acción de Gracias. Quiero que sepas que estás en mi Lista de Gratitud y que agradezco a Dios por ti todos los días, pero especialmente en este día en el que expresamos públicamente nuestra gratitud como nación bendecida de muchas maneras por un Dios generoso y misericordioso.

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,

Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark


Pope Francis smiling at camera

Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Desafío y Esperanza

(Tomado de las palabras del Santo Padre a los participantes en la 16 Asamblea General del Sínodo de los Obispos “Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación y Misión,” Ciudad del Vaticano, miércoles 4 de octubre de 2023.)

Me gusta recordar que fue san Pablo VI quien dijo que la Iglesia en Occidente había perdido la idea de la sinodalidad, y por eso había creado la Secretaría del Sínodo de los Obispos, que celebró muchos encuentros, muchos Sínodos sobre diferentes temas.

La expresión de la sinodalidad aún no estaba madura. Recuerdo que fui secretario en uno de estos Sínodos, y el Cardenal Secretario – un misionero belga, muy bueno – cuando yo preparaba lo necesario para las votaciones venía a mirar: “¿Qué estás haciendo?” – “Preparándome para lo que se tiene que votar mañana” – “¿Qué es? No, no votamos sobre eso”. – “Pero es sinodal” – “No, no, no hay voto sobre eso”. Porque todavía no teníamos la costumbre de que cada uno debe expresarse libremente. Y así, lentamente, casi 60 años más tarde, el camino ha ido en esta dirección, y hoy podemos llegar a este Sínodo sobre la sinodalidad.

No es fácil, pero es hermoso, muy hermoso. Un Sínodo que todos los obispos del mundo han querido. En la encuesta que se hizo entre todos los obispos del mundo después del Sínodo para la Amazonia, el tema de la sinodalidad ocupó el segundo lugar de las preferencias. En primer lugar, estaban los sacerdotes y, en tercer lugar, creo que una cuestión social. Pero la sinodalidad estuvo en segundo lugar. Porque todos los obispos del mundo veían la necesidad de reflexionar sobre la sinodalidad. ¿Por qué? Porque todos habían entendido que el fruto estaba maduro para algo como esto.

Es con este espíritu que empezamos hoy a trabajar. Me gusta señalar que el Sínodo no es un parlamento, sino algo distinto. El Sínodo no es una reunión de amigos para resolver algunos problemas del momento o dar opiniones, sino es otra cosa. No olvidemos, hermanos y hermanas, que no somos los protagonistas del Sínodo: es el Espíritu Santo. Si el Espíritu está en medio de nosotros para guiarnos, será un buen Sínodo. Pero si hay otras formas de ver las cosas basados en intereses, humanos, personales, o ideológicos, no será un Sínodo, sino que será una reunión parlamentaria, que es otra cosa. Un Sínodo es un camino que realiza el Espíritu Santo. Se les han entregado unos cuantos textos patrísticos que pueden ayudarnos en la apertura del Sínodo. Son de san Basilio, que escribió ese hermoso tratado sobre el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque necesitamos comprender esta realidad, que no es fácil.

Cuando, en ocasión del 50 aniversario de la creación del Sínodo, los teólogos me prepararon una carta, que firmé, fue un buen paso adelante. Ahora, sin embargo, hemos encontrado la explicación de ese proceso. No somos los protagonistas del Sínodo; es el Espíritu Santo, y si le damos espacio al Espíritu Santo, el Sínodo irá bien…

El Espíritu Santo es el protagonista de la vida de la Iglesia: el plan de nuestra salvación se realiza por la gracia del Espíritu. Es Él quien tiene el protagonismo. Si no comprendemos esto, seremos como aquellos de los que se habla en los Hechos de los Apóstoles (que dijeron): “¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo?” – “¿Qué es el Espíritu Santo? Ni siquiera hemos habíamos oído hablar del Espíritu Santo” (cf. 19,2). Debemos comprender que Él es el protagonista de la vida de la Iglesia, Aquel que la lleva adelante.

El Espíritu Santo desencadena un dinamismo profundo y variado en la comunidad eclesial: el “bullicio” de Pentecostés. Es curioso lo que ocurrió en Pentecostés: todo estaba bien dispuesto, todo estaba claro… Aquella mañana había un bullicio, todos hablando en todas las lenguas, y todo el mundo entendía… Una variedad en la que no estaba claro lo que significaba todo… Y después de eso, llegó la gran obra del Espíritu Santo: no la unidad, no, la armonía. El Espíritu nos une en armonía, la armonía de todas las diferencias. Si no hay armonía, no está allí el Espíritu. Así es como trabaja el Espíritu.

El Espíritu Santo es el compositor armónico de la historia de la salvación. Armonía ―atención con esto― no significa “síntesis”, sino “vínculo de comunión entre partes disímiles”. Si en este Sínodo acabamos con una declaración que es todo lo mismo, todo igual, sin matices, el Espíritu no está, se quedó fuera. Él obra esa armonía que no es síntesis, sino vínculo de comunión entre partes disímiles.

La Iglesia: una única armonía de muchas voces, y el trabajo del Espíritu Santo: es así como debemos concebir la Iglesia. Cada comunidad cristiana, cada persona tiene su propia peculiaridad, pero estas particularidades deben incluirse en la sinfonía de la Iglesia, y la sinfonía “adecuada” la realiza el Espíritu: nosotros no podemos realizarla. No somos un parlamento, no somos las Naciones Unidas; no, somos otra cosa.

El Espíritu Santo es el origen de la armonía entre las Iglesias.

El Espíritu Santo nos lleva de la mano y nos consuela. La presencia del Espíritu es así – permítanme la palabra – como maternal. Como una mamá nos conduce y nos da este consuelo. Es el Consolador, uno de los nombres del Espíritu: el Consolador. La acción consoladora del Espíritu Santo representada por el posadero a quien se le confía el hombre que había caído en poder de los ladrones (cf. Lc 10,34-35) …

Aquel que custodia la Iglesia es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo ejerce el trabajo de “consolar” en múltiples maneras. Debemos aprender a escuchar las voces del Espíritu: todas son diferentes. Aprender a discernir.

Precisamente, el Espíritu es el que hace la Iglesia. Es Él quien hace la Iglesia. Hay un vínculo muy importante entre la Palabra y el Espíritu. Podemos pensar en esto: el Verbo y el Espíritu. La Escritura, la Liturgia, y la tradición antigua nos hablan de la “tristeza” del Espíritu Santo, y una de las cosas que más entristecen al Espíritu Santo son las palabras vacías. Palabras vacías, palabras mundanas, y – bajando un poco a cierta costumbre humana, pero no buena – la murmuración. La murmuración es el “anti-Espíritu Santo”; va contra Él. Es una enfermedad muy común entre nosotros. Y las palabras vacías entristecen al Espíritu Santo. “No hagan que se entristezca el Espíritu Santo de Dios con el que ustedes han sido sellados” (cf. Ef 4,30). Qué gran mal es entristecer al Espíritu Santo de Dios, ¿hace falta decirlo? Murmuración, difamación: esto entristece al Espíritu Santo. Es la enfermedad más común en la Iglesia, la murmuración. Y si no dejamos que Él nos cure de esta enfermedad, un camino sinodal difícilmente será bueno. Al menos aquí dentro, si no estás de acuerdo con lo que dice aquel obispo o aquella religiosa o ese laico, díselo en la cara. Para esto es un sínodo. Para decir la verdad, no la murmuración por debajo de la mesa.

El Espíritu Santo nos confirma en la fe, es Él quien lo hace continuamente… Repito: esto no es un parlamento, esto no es una reunión para la pastoral de la Iglesia. Esto es un syn-odos: caminar juntos es el programa. Hemos hecho muchas cosas, las consultas con el pueblo de Dios. Pero quien conduce esto, quien guía es el Espíritu Santo. Si Él no está, esto no dará un buen resultado.

Insisto en esto: por favor, no entristezcan al Espíritu. Y en nuestra teología hay que hacerle lugar al Espíritu Santo. Y también en este Sínodo, discernir las voces del Espíritu de las que no son del Espíritu, que son mundanas. En mi opinión, la enfermedad más fea que vemos hoy en la Iglesia – siempre ha estado ahí, no solo hoy – es lo que va contra el Espíritu: la mundanidad espiritual. Un espíritu, pero no santo: el espíritu de mundanidad. Cuidado con esto: no sustituyamos al Espíritu Santo con cosas mundanas – incluso buenas, como el sentido común; que ayuda, pero el Espíritu va más allá. Debemos aprender a vivir en nuestra Iglesia con el Espíritu Santo. Les animo a hacerlo.

Luego, quiero decir que en este Sínodo – también para hacerle lugar al Espíritu Santo – la prioridad debe ser la escucha, Esta es la prioridad. Tenemos que dar un mensaje a la prensa, a los periodistas, que hacen un trabajo muy hermoso, muy bueno. Tenemos que dar precisamente una comunicación que sea reflejo de esta vida en el Espíritu Santo. Hace falta una ascesis – perdón por hablar así a los periodistas – un cierto ayuno de la palabra pública para asegurar esto. Que lo que se publique esté en este clima. Algunos dirán – lo están diciendo – que los obispos tienen miedo y por eso no quieren que los periodistas hablen. No. El trabajo de los periodistas es muy importante. Pero debemos ayudarles a que ellos también hablen de este andar en el Espíritu.

Y más que la prioridad de hablar, está la prioridad de escuchar. Y pido a los periodistas que, por favor, hagan comprender esto a la gente, que sepa que la prioridad es escuchar. Cuando se tuvo el Sínodo sobre la familia, la opinión pública, hecha por nuestra mundanidad, decía que este era para dar la comunión a los divorciados; y así entramos en el Sínodo. Cuando se tuvo el Sínodo para la Amazonia, había una opinión pública, una presión, que era para dar vía libre a los viri probati; y entramos con esa presión. Ahora circulan algunas hipótesis sobre este Sínodo: “¿qué irán a hacer?”, “quizá el sacerdocio para las mujeres” … No sé, estas cosas que se dicen fuera. Y dicen muchas veces que los obispos tienen miedo de comunicar lo que está pasando. Por eso les pido a ustedes, comunicadores, que cumplan bien su función, adecuadamente, para que la Iglesia y la gente de buena voluntad – los otros dirán lo que quieran – entiendan que también en la Iglesia existe la prioridad de la escucha. Transmitir esto es muy importante.

Gracias por ayudarnos a todos en esta “pausa” de la Iglesia. La Iglesia ha hecho una pausa, como la hicieron los Apóstoles después del Viernes Santo, aquel Sábado Santo, encerrados, pero ellos por miedo; nosotros, no. Pero la Iglesia está en pausa. Es una pausa de toda la Iglesia, a la escucha. Este es el mensaje más importante. Gracias por su trabajo, gracias por todo lo que hacen. Gracias.


In the section "My Prayer for You", Cardinal Tobin is standing with his hands together in prayer.

Mi Oración para Ustedes

Únanse a mí por favor para rezar esta oración por la Unidad del Sínodo:

Padre Celestial,

como los Magos viajaron hacia Belén guiados por la estrella,

así, por tu luz celestial, guía a la Iglesia católica a caminar junto

con todos los cristianos durante este tiempo de sínodo.

Como los Magos estaban unidos en su adoración a Cristo

condúcenos más cerca de tu Hijo y así los unos de los otros,

para que seamos signo de la unidad que deseas para tu Iglesia y para toda la creación.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.