Del Cardenal: La familia es una escuela de humanidad, amor y esperanza | 2 de febrero 2024
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Vol. 5. No. 10
Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,
Nuestra Iglesia se toma en serio los retos a los que se enfrentan las familias de hoy. Bajo el liderazgo de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, nos comprometemos a identificar y abordar las necesidades fundamentales de las familias porque reconocemos que no hay nada más importante que la familia, para el crecimiento y el desarrollo de las personas y de la propia sociedad.
La Iglesia enseña que la familia es una escuela de humanidad, amor y esperanza para la sociedad. Es el lugar donde cada uno de nosotros aprende quién es como individuo y como miembro de la sociedad humana.
La familia es también el primer lugar donde aprendemos a vivir—a cuidar de nosotros mismos, a compartir nuestros dones y talentos con los demás y a colaborar y vivir en armonía con nuestros vecinos, estén cerca de casa o lejos.
La familia nos enseña quiénes somos y cómo debemos vivir como hombres y mujeres maduros. Sin la familia, los niños no pueden crecer más allá de su individualismo, de su aislamiento de los demás. Sin la familia, la unidad entre las personas y las naciones pierde su vínculo más básico y se vuelve meramente pragmática, “concebida sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar” (Papa Francisco, “Lumen Fidei”, #51).
La familia nos enseña que somos hijos de Dios, hermanos y hermanas llamados a participar en la vida de Dios mismo, la Santísima Trinidad. Aquí es donde aprendemos a reconocer el carácter sagrado de toda vida humana y la belleza (y la necesidad) de vivir juntos en paz. Ahí es donde descubrimos el principio fundamental que fundamenta todos los derechos humanos y la dignidad: Toda persona, independientemente de su sexo, raza, religión, situación económica o social, merece nuestro respeto. Ahí es donde aprendemos que la familia es la única base sólida y duradera sobre la que pueden construirse sociedades sanas.
La familia nos enseña a vivir. En la familia aprendemos los fundamentos de la economía, el valor del trabajo, el significado de la sexualidad, la alegría de la entrega, la importancia de partir el pan juntos y divertirse con los miembros de la familia y los amigos. No son cosas pequeñas. Tienen una enorme repercusión en nuestra calidad de vida y en nuestra capacidad para relacionarnos con los demás—familia ampliada, vecinos, conciudadanos e incluso extraños (incluidos los “extranjeros” o “enemigos” que no son como nosotros y cuyas diferencias amenazan nuestra auto comprensión).
La familia nos enseña a crecer y a tender la mano a los demás. Nos ayuda a tener suficiente confianza en nuestra propia identidad como para no tener miedo a aventurarnos más allá del individualismo aislado, y a construir relaciones significativas basadas no en el interés propio, sino en el amor y el servicio desinteresados. Por eso consideramos que la familia es una escuela de amor que enseña la unidad y que fomenta la armonía y la paz entre todos los pueblos.
Estoy muy consciente de que esta comprensión del significado de la familia representa un ideal que rara vez se alcanza en su plenitud. Hay muchas rupturas en las familias de hoy (como en todas las épocas), y cada uno de nosotros puede señalar las formas en que nuestras familias (todas las familias) no están a la altura de la gran visión que nuestra Iglesia propone para el significado del matrimonio y la vida familiar.
Aun así, creemos que merece la pena luchar por la familia. Estamos convencidos de que nuestras vidas individuales y nuestro mundo se enriquecen con “el santuario de vida y amor” que proporcionan las buenas familias. Creemos que todos los niños deben crecer en el calor y el cuidado protector de una familia afectuosa. Lamentamos profundamente que los desafíos a los que se enfrentan las familias hoy en día amenacen la salud y la felicidad de las personas y el bien común de la sociedad humana.
Que la Sagrada Familia (Jesús, María y José) interceda por todas las familias. ¡Que ayuden a nuestra Iglesia a hacer todo lo posible para fortalecer el matrimonio y la vida familiar hoy y siempre!
Sinceramente suyo en Cristo Redentor,
Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark
Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos
La Realidad de las Familias de Hoy
(Una selección de “Llamados a la Alegría del Amor: Marco Pastoral Nacional para el Ministerio de Matrimonio y Vida Familiar” números 12–18, publicado por el Comité de Laicos, Matrimonio, Vida Familiar y Jóvenes de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, 2021)
Los esfuerzos pastorales de la Iglesia deben “prestar atención a la realidad concreta” de la vida familiar en cada generación. En nuestro país hoy, esta atención es fundamental debido a la multitud de desafíos que enfrentan las parejas casadas y las familias.
Estos incluyen, pero no se limitan a, influencias sociales como el materialismo y el secularismo; individualismo y aislamiento; consumismo y “cultura del descarte”; una cultura de promiscuidad permisible; frecuencia de divorcios; crecientes tasas de cohabitación; el aborto y sus trágicas consecuencias; luchas internas dentro de la unidad familiar que van en contra de la integridad de la familia, como el abuso de sustancias y la adicción; la pornografía; muchas formas de violencia doméstica y abuso, tanto físico, sexual, emocional como económico; uso frecuente de anticonceptivos y esterilización; infidelidad y divorcio; matrimonio civil y segundos matrimonios; la tendencia a posponer el matrimonio y el compromiso vocacional entre los jóvenes adultos; la prevalencia de niños criados sin el beneficio de una madre y un padre casados; la promoción de ideologías que van directamente en contra de la ley natural y la enseñanza de la Iglesia, como las relaciones entre personas del mismo sexo y el transgenerismo; factores de estrés internos en la vida familiar, incluidos la inestabilidad financiera, el desempleo, la enfermedad y los problemas médicos; desafíos de inmigración y separación familiar; y otros males de la sociedad que afligen a las familias en la actualidad: racismo, discriminación por edad, misoginia, trata de personas y tecnologías médicas/reproductivas que deshumanizan y degradan la dignidad de la vida, la sexualidad y la persona humana.
Sin embargo, también vemos signos de esperanza y oportunidades renovadas en este país que nos recuerdan que las familias “no son un problema, son principalmente una oportunidad”.
Muchas veces, el testimonio de otras familias es la mejor forma de evangelización. Formar familias para participar en la misión de evangelizar a otras familias es una parte necesaria de este ministerio a las familias. Por la gracia del Sacramento del Matrimonio, las familias cristianas son “los principales agentes de la pastoral familiar, sobre todo a través de ‘su testimonio gozoso como iglesias domésticas’”. El ministerio debe preparar y capacitar a las familias para que asuman su papel de ser protagonistas o evangelizadores comenzando con “evangelización y catequesis dentro de la familia”.
Muchas parejas y familias dan testimonio de la alegría del amor fiel mediante un compromiso inquebrantable y un sacrificio fecundo en su vida diaria. A ellos, la Iglesia mira “con íntimo gozo y profunda consolación . . . alentándolas y agradeciéndoles el testimonio que dan”.
Fuente: USCCB
Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Consuelo y Esperanza
(Una selección del discurso del Papa Francisco en el lanzamiento de Family Global Compact, mayo 30, 2023)
¡Queridos hermanos y hermanas!
En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, he señalado que “el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia” (No. 31). Con esta convicción deseo apoyar el Family Global Compact, un programa compartido de acciones dirigido a entablar un diálogo entre la pastoral familiar y los centros de estudio e investigación sobre la familia presentes en las universidades católicas de todo el mundo. Se trata de una iniciativa del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida junto con la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, nacida a partir de los estudios y las investigaciones sobre la relevancia cultural y antropológica de la familia, así como sobre los nuevos desafíos que esta debe afrontar.
El objetivo es la sinergia: para garantizar que el trabajo pastoral con las familias en las Iglesias particulares pueda beneficiarse de los resultados de las investigaciones y de los programas educacionales y de entrenamiento en las universidades católicas. Juntos, las universidades y los programas de ministerio pastoral, pueden promover con más efectividad una cultura de familia y de vida en este tiempo de incertidumbre y falta de esperanza. Sólidamente asentada en las realidades actuales, una cultura de este tipo ayudaría a las nuevas generaciones a apreciar el matrimonio y la vida familiar con sus recursos y desafíos, y la belleza de generar y alimentar la vida humana. Lo que se necesita con urgencia, en una palabra, es “un esfuerzo más responsable y generoso para presentar las … motivaciones de la elección del matrimonio y de la familia y, de este modo, ayudar a los hombres y a las mujeres a responder mejor a la gracia que Dios les ofrece” (Amoris Laetitia, 35).
Las universidades católicas tienen la tarea de desarrollar profundos análisis de naturaleza teológica, filosófica, jurídica, sociológica y económica sobre el matrimonio y la familia para sostener su importancia dentro de los sistemas de pensamiento y de acción contemporáneos. Estudios realizados han revelado una crisis de las relaciones familiares, alimentada tanto por dificultades contingentes como estructurales, las que, en ausencia de medios de apoyo adecuados por parte de la sociedad, hacen más difícil crear una vida de familia serena. Esta es una razón por la que muchos jóvenes están escogiendo tipos de relaciones afectivas más inestables e informales en lugar del matrimonio. Al mismo tiempo, los estudios muestran claramente que la familia sigue siendo la fuente prioritaria de la vida social y muestran la existencia de buenas prácticas que merecen ser compartidas y promovidas globalmente. En este sentido, las mismas familias pueden y deben ser testigos y líderes en este proceso.
Es en la familia que se realizan gran parte de los sueños de Dios para la comunidad humana. Por ello no podemos resignarnos a su declive a causa de la incertidumbre, del individualismo y del consumismo, que plantean un futuro de individuos que piensan solo en sí mismos. No podemos ser indiferentes al futuro de la familia como una comunidad de vida y de amor, una alianza única e indisoluble entre el hombre y la mujer, un lugar de encuentro entre generaciones, una fuente de esperanza de la sociedad. La familia, debe recordarse, tiene efectos positivos sobre todos, ya que es generadora del bien común. Las buenas relaciones familiares representan una fuente única de riqueza, no sólo para los esposos y los hijos, sino para toda la comunidad eclesial y civil.
Fuente: Vatican
Mi Oración para Ustedes
Jesús, María y José, en ustedes contemplamos el esplendor del verdadero amor; a ustedes confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y oración, auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, rechazo y división;
que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haznos de nuevo conscientes
del carácter sagrado e inviolable de la familia, y de su belleza en el plan de Dios.
Jesús, María y José, Escuchen con misericordia nuestra súplica.