Del Cardenal: María: La Primera Discípula Misionera | 3 de mayo 2024

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Vol. 5. No. 16

Mis Queridas Hermanas y Hermanos en Cristo,

Durante el mes de mayo, rendimos especial reverencia a la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia y primera Discípula Misionera de nuestro Redentor, Jesucristo. María nos muestra con sus palabras y su ejemplo cómo debemos amar y servir a los demás, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

La respuesta de María ante cualquier dificultad, grande o pequeña, fue confiar en la Providencia de Dios. A pesar de su orientación fundamental a la oración contemplativa (“atesorando estas cosas en su corazón”), María nunca se muestra indiferente o despreocupada. De hecho, con frecuencia, su respuesta es actuar sin vacilar, confiando en que el Espíritu Santo se encargará de asegurar que el resultado se ajuste a la voluntad de Dios.

La contribución de María a la evangelización y a la proyección misionera de la Iglesia puede ilustrarse con una anécdota de mis días de servicio a mi comunidad Redentorista. Una de mis responsabilidades más importantes como superior religioso era visitar a mis hermanos redentoristas en países de diversas partes del mundo. En una de esas visitas, viajé a Zahlé, una pequeña ciudad situada en un valle muy fértil del este del Líbano. En el pasado, familias cristianas habían cultivado allí, pero el terrible derramamiento de sangre de una guerra civil en los años ochenta les llevó a retirarse tras los muros de Zahlé, dejando los campos a sus vecinos musulmanes.

Mi comunidad tenía una presencia allí—el Centro Cristo Redentor para la Reconciliación, el primer centro cristiano fuera de la seguridad de la ciudad. Cuando llegué, mis hermanos me preguntaron si quería reunirme con un Imán, el líder religioso de la comunidad musulmana local. Alguien había estado ametrallando una cruz que había fuera del centro, lo que hizo temer a mis hermanos y a los miembros de la comunidad cristiana local por su seguridad.

Acepté reunirme con el Imán para ver si intervenía a nombre del centro, y se concertó una reunión. El Imán local era un clérigo joven y solemne que hablaba árabe. Hablé con él en mi francés de colegial y un traductor presente nos ayudó a mantener una conversación.

Las primeras palabras del Imán fueron la fórmula del credo de la fe islámica: “No hay más Dios que Dios, y Mahoma es su Profeta”. Le contesté con la respuesta habitual: “La paz sea con él”. El Imán dijo entonces: “Pero hablaré con usted debido a Miriam (la Virgen María)”.

Unos años antes, explicó, se dirigía a visitar a una familia que frecuentaba su mezquita y que tenía un grave problema.  Mientras conducía hacia la casa de esta familia, estaba confundido sobre lo que debía decir o hacer para ayudar a esta familia. Para distraerse, encendió la radio. La radio estaba sintonizada en una emisora cristiana, y la fecha era el 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción. Cuando oyó el nombre de “Miriam”, que se menciona más a menudo en el Sagrado Corán que en la Biblia, decidió pedirle que le ayudara. Apagó la radio y rezó a Miriam. Cuando llegó a casa de la familia, ya sabía cuál era la solución y lo que debía decir. El Imán me contó que esta experiencia le conmovió tan profundamente que llamó Miriam a su hija menor.

El Imán escuchó atentamente las preocupaciones del pueblo cristiano y prometió ayudar. Más tarde compartí esta historia con una joven chiita del Líbano que conocí en Roma. Reconoció a este joven clérigo como alguien muy influyente. Le sorprendió mi experiencia y me dijo: “Si este Imán dice que eres su amigo, tus hermanos redentoristas están a salvo”.

La influencia de María es poderosa. Allí donde se le honra como mujer fuerte y compasiva, la gente se reúne a su alrededor, buscando su protección y su cuidado.

Mi comunidad Redentorista ha visto de primera mano la influencia de María como instrumento de evangelización en toda Asia. En Manila, por ejemplo, más de 120,000 personas se reúnen en nuestra iglesia cada miércoles para participar en la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. La mayoría de las parroquias de Filipinas celebran esta novena a la Virgen, y su imagen puede verse en taxis, autobuses y otros lugares.

En mis viajes para la comunidad Redentorista, vi multitudes similares (50,000 personas en Bombay y concentraciones parecidas en otras ciudades), pero la experiencia más intrigante la viví en Singapur. Allí, “sólo” 30,000 personas acudieron el sábado al santuario de Nuestra Señora, pero la mitad de ellas no eran cristianas. Cuando pregunté a algunas de estas personas, de muchas confesiones diferentes: “¿Por qué están aquí?”, me miraron incrédulos y me dijeron: “Tenemos que hablar con la Señora de la Misericordia”.

El arzobispo de Singapur me dijo que, según su experiencia, todos los catecúmenos adultos de su arquidiócesis, sin excepción, iniciaron su camino hacia la fe cristiana a través de esta novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro—lo que ilustra la verdad del viejo adagio espiritual de que, como discípulos misioneros, encontramos nuestro camino hacia Jesús a través de María.

La labor de María inspira a todos los misioneros. Su canto, el Magnificat, deja claro que Dios hace cosas maravillosas—levantar a los humildes, alimentar a los hambrientos y rechazar a quienes se creen autosuficientes y se niegan a utilizar su riqueza y su poder en beneficio de sus hermanos y hermanas más vulnerables.

Mientras continuamos nuestra alegre celebración de este tiempo de Pascua y nos preparamos para el Domingo de Pentecostés, el 19 de mayo, recordemos honrar a María, la primera Discípula Misionera de Jesús y el modelo de todo lo que hacemos como miembros de Su Iglesia.

Sinceramente suyo en Cristo Redentor,

Cardenal Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Arzobispo de Newark


Un Mensaje del Papa Francisco: Palabras de Desafío y Esperanza

(Una selección de la homilía ofrecida por el Papa Francisco en la Solemnidad de la Santísima Virgen María, enero 1, 2024.)

La Iglesia necesita de María para redescubrir su propio rostro femenino, para asemejarse más a ella que, como mujer, Virgen y Madre, representa su modelo y su figura perfecta (cf. Lumen Gentium, 63), para dar espacio a las mujeres y para ser “generativa” a través de una pastoral hecha de cuidado y solicitud, de paciencia y valentía materna. También el mundo necesita mirar a las madres y a las mujeres para encontrar la paz, para escapar de las espirales de violencia y odio, y volver a tener miradas humanas y corazones que ven. Y toda sociedad necesita acoger el don de la mujer, de cada mujer: respetarla, cuidarla, valorarla, sabiendo que quien lastima a una mujer profana a Dios, “nacido de mujer”.

María, la mujer, así como fue decisiva en la plenitud del tiempo, también es determinante en la vida de cada uno; porque nadie mejor que la Madre conoce los tiempos y las urgencias de sus hijos. Nos lo nuestra una vez más con otro “comienzo”: el primer signo realizado por Jesús en las bodas de Caná. Allí es precisamente María quien se da cuenta que falta el vino y se dirige a Él (cf. Jn 2:3). Son las necesidades de los hijos las que la mueven a ella, a la Madre, a pedirle a Jesús que intervenga. Y en Caná Jesús dice: “‘Llenen de agua estas tinajas’. Y las llenaron hasta el borde” (Jn 2:7).

María, que conoce nuestras necesidades, intercede por nosotros para para que la gracia se desborde en nuestras vidas y nos guie hacia la plenitud. Hermanos y hermanas, todos nosotros tenemos carencias, soledades, vacíos que necesitan ser colmados. Cada uno de nosotros conoce los suyos.  ¿Quién puede llenarlos sino María, Madre de la plenitud? Cuando estamos tentados de encerrarnos en nosotros mismos, acudimos a ella; cuando no logramos desenredarnos de los nudos de la vida, buscamos refugio en ella.

Nuestro tiempo, vacío de paz, necesita de una Madre que vuelva a reunir a la familia humana. Miremos a María para ser constructores de unidad, y hagámoslo con su creatividad de Madre, que cuida de sus hijos, los congrega y los consuela, escucha sus penas y enjuga sus lágrimas. Y miremos ese icono tan tierno de la Virgo lactans [de la Abadía de Montevergine]. Así es como nuestra madre está con nosotros: con cuánta ternura nos cuida y se acerca de nosotros. Nos cuida y se mantiene cerca de nosotros.


Mi Oración para Ustedes

Mientras nos preparamos para la celebración del Día de las Madres el domingo 12 de mayo, les ruego que se unan a mí en oración con esta Bendición para las Madres publicada en la página web de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción:

Bendición para las Madres

Dios todopoderoso te ha traído
la alegría de la maternidad:
que ahora te bendiga.

Por la misericordia de Dios
y la intercesión de la Santísima Virgen María,
que tú y tus hijos algún día
puedan compartir las alegrías infinitas del cielo.Por Cristo nuestro Señor. Amén.